—… en realidad, solo los molestaremos unos momentos para formularles unas preguntas. A la faz de Escaleras regresaron la serenidad y el equilibrio muscular proporcionados in extremis por el hallazgo súbito de la palabra y la expresión justa, que lo ayudaron a huir del atolladero por el que se dirigía, fruto de la inconsistencia y la turbiedad de sus intenciones. El dominio del lenguaje, la fiera indomable, era para él una batalla permanente que le llevaba a desear lograr coherencia y luminosidad en su discurso. Momentos había en los que por su boca solo fluían oraciones simétricas y redondas, con una naturalidad y una claridad mental digna del más elocuente orador. Eran instantes que saboreaba con fruición. Orgulloso, olvidaba las veces en las que se atascaba, en las que las palabras, cuyo perfil significativo era inseguro, huían de la pronunciación, retirándose al reino del olvido, como duendes que se dejan ver cuando desean y, si no, se ocultan juguetones. Con ser harto inco...
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