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20. Los chivatos


20. Los chivatos


El chico que atendía en la barra se entretenía consultando la pila de discos y cintas de una estantería. Miraba sus carátulas buscando quizá alguna canción en particular. Se agachaba y recorría la colección de vinilos como si acariciara el fuelle de un acordeón. Entre tanto, Ambrosio Escaleras lo vigilaba atento, para que, cuando se diera la vuelta, lo descubriera, pero el larguirucho muchacho continuaba absorto en su misteriosa búsqueda musical. El policía sentía cómo iba desazonándose. No era de esos que inmediatamente arman bulla en los bares cuando no sirven como es debido; sin embargo, le sacaba de quicio que el camarero no lo atendiera rápido y que, a la hora de pagar, no le cobraran al pedir la cuenta. Ahora bien, una cuestión la tenía muy clara: no había peor solución en esas situaciones que enfrentarse al barman. Lo único que lograba era un enfado que le enturbiaba la sangre y que el café no le sentara bien. Por eso, armado de toda la paciencia que Dios le había dado, se recostó en la barra, esperando con resignación a que el chaval acabara de poner la música deseada.

Su mirada vagaba de mesa en mesa, entreteniéndose con la actividad de cada una de ellas, hasta que alguien se acercó y le tocó en el brazo, seguramente para rescatarlo de las nubes lejanas del ensimismamiento. Ambrosio volvió la cara hacia el lado donde se había producido el estímulo y se azoró —algo que le habría dejado en evidencia si hubiera habido más luz— al contemplar a un palmo de sus narices a una guapísima chica que, con un cigarro en la boca, hacía gestos de chiscar con las manos. Fruto de su aturdimiento, se palpó los bolsillos de los pantalones e hizo un gesto con los brazos abiertos para indicarle que lo sentía. La fumadora anónima le sonrió y se marchó. Mientras se alejaba observó con disimulo la gentil y tallada figura de la estudiante, que se fue a sentar a una mesa en la que había un libro abierto.

Estaba leyendo en la penumbra del local el periódico provincial cuando regresó Chomín. Este buscó infructuosamente su café e interrogó con la mirada a Escaleras.

No, si todavía no me ha servido. Lleva ahí media hora liado con el aparato de música y no se ha dado la vuelta a ver qué sucede con los clientes.

La figura espigada del policía barbudo se hizo más insólita en el establecimiento y consiguió llamar la atención del camarero.

Dos con leche —le ordenó tajantemente.

Encendió un Fortuna y depositó el paquete y el encendedor encima de la tarima de madera. Derrumbó su cuerpo sobre esta, se apoyó en un codo y dio una bocanada de humo, exhalándolo con gran alivio y placer.

Pues ya está. Ahora solo falta que este memo se entere un poco del asunto. Creo que no tardará, porque lo que tiene de bueno es que es un eficaz gazpachero, como buen pueblano.

Escaleras no se atrevía a intervenir y solicitar que fuera un poco más claro en sus explicaciones, porque le atemorizaba parecer un idiota que no se enteraba de nada. Sin embargo, Chomín se dignó a pormenorizar los trámites que había llevado a cabo en su pequeña ausencia.

Chus está matriculado aquí, en Filosofía y Letras. Sí, hombre; si acabamos de venir de su casa… Este muchacho nos puede proporcionar información de las andanzas del catedrático. Aunque no estudia allá arriba, este se conoce a todo quisque. Me ha dicho que esta noche me dará algún dato y los nombres de las chicas con las que el diputado se ha relacionado.

Escaleras procuró mantener la expresión más aséptica posible, como si estas explicaciones estuvieran de sobra o fueran obvias. Ahora era él quien mantenía una actitud retraída y escéptica.

Para que lo entiendas de una vez: es un chivato, un chivato que trabaja para nosotros.

El dominio facial que con sumo esfuerzo trataba de controlar el policía madrileño se derrumbó sin remedio. Se sentía como un aficionado o como un investigador de agencia matrimonial ante un maestro en las artes detectivescas.

¡Ah! ¿Pero aún tenéis a gente como esta trabajando para vosotros?

Ahora la sorpresa se la llevó el salmantino.

¡Pues claro! Y más que antes, si me apuras. Los conflictos políticos y sociales desaparecieron hace años, pero la Universidad siempre es un foco que no podemos abandonar por muchas razones. No es que haya demasiados problemas ni delitos de relumbre, pero es un lugar de donde salen grandes eminencias y personajes ilustres a los que es preciso mimar y observar, entre comillas. Y la información es esencial para controlar y mantener el poder. Esto lo ha traído la política. La policía hoy día está destinada más a vigilar y proteger a la clase dirigente que a combatir a los malhechores.

Ambrosio se admiró de las opiniones de Chomín. No se creía a pies juntillas todo lo que aseguraba, pero tampoco le extrañaba. Él era un policía cabal; de esos de porra y pistola, más que de los de micrófonos ocultos y escuchas ilegales. Para él la misión de la policía era muy clara y sencilla: perseguir a aquellos cuya profesión era el mal. Los otros servicios prestados por el cuerpo no le interesaban bajo ningún concepto; incluso, aun siendo muy respetuoso, no los consideraba honrosos. Su función era diáfana: alguien había matado a una persona, a un diputado en esa ocasión, pues bien, él buscaba al asesino para encarcelarlo. En el fondo, eso era con lo que disfrutaba y lo que le había gustado toda su vida: jugar a policías y ladrones, como enredaba de niño. Y su vocación por representar el papel de gendarme le seguía gustando. Prefería correr detrás a correr delante.

¿Dónde reclutáis a los chivatos? —preguntó inocentemente.

Chomín no sabía muy bien de qué iba el inspector al que le habían ordenado acompañar. ¿Cómo podía ser que un policía formulara semejante pregunta? Le producía idéntica impresión y sorpresa que las cuestiones que planteaban los escolares en las visitas a las instalaciones policiales, en las jornadas de puertas abiertas que la institución celebraba anualmente.

Es muy sencillo. Si abundan a mogollón… Por ejemplo, este, el tal Chus, es un ladronzuelo de librerías, mejor dicho, lo era; ahora se ha corregido. Entras en su habitación y las paredes están repletas de estanterías de libros. ¡Pues no creas que ha comprado ni uno! ¡Todos los ha mangado! Especialmente, en la librería Cervantes, una muy grande que está al lado de la plaza. Hasta que un día lo pillaron los dependientes y lo denunciaron. Por supuesto, desde entonces no ha vuelto a chorizar. Aparte de corregirlo de esa fea manía, lo hemos ganado para la causa policial. Este buen Chus es hijo de un conocido dentista de Toledo. El chaval, cuando se le iba a fichar en el departamento de identificación, se vino abajo porque comprobó que todo aquello iba muy en serio. Se imaginaría que iba a entrar en chirona o vete tú a saber qué. De todas las maneras, lo que más miedo le daba era que se enterara su familia, su padre, especialmente; le debe de tener pánico… Nosotros lo observamos, vimos a un chico majo, despierto y vivaz y creímos que nos podía servir de soplón. Le comimos el tarro en dos minutos. Y ahí lo tienes: trabaja bien. De vez en cuando le damos alguna prebenda para agradecer sus servicios; nada, una piltrafa; nos sale gratis.

Escaleras procuraba ofrecer una expresión tranquila y despejada, sin embargo, sus músculos faciales se contraían dibujando una mueca de fastidio y de asco ante los métodos de sus compañeros salmantinos.

A otros los pescamos por gamberros o borrachos… Por aquí la marcha es descomunal y los chavales, que hasta hace dos días no se separaban de la falda de su madre, cuando llegan a Salamanca se desmadran de manera bastante incontrolada. Mucha priva y muchos canutos andan corriendo por todos los lados y, luego, las consecuencias se pagan. La verdad es que no suelen ser sucesos significativos, pero a algunos de estos pardillos los cazamos y les damos un susto por si nos pueden servir en algún momento… El último fue un zamorano que estudia Derecho. Por lo visto tuvo un examen de esos monstruosos, que llevan cinco mil folios de materia, y para celebrar o desahogarse de lo mal que lo había pasado los días previos se agarró una moña de muy señor mío. Estuvo de juerga desde el mediodía que salió de la prueba hasta la madrugada. Yo no sé qué coños haría para romper la puerta y los cristales del portal del bloque donde vivía, pero no terminó ahí la hazaña del borrachín. En vez de subir a su piso, se equivocó y se bajó del ascensor dos plantas antes. Intentó abrir la puerta que consideraba suya con la llave y no pudo, claro. Llamó al timbre durante media hora porque pensó que sus compañeros estaban de broma y no le querían abrir. En esa vivienda vivían una madre y una hija de catorce años que no sé qué rollos de intimidación habían sufrido hacía poco… Se asustaron porque creían que iba a derribar la puerta y a violarlas y nos llamaron. Bueno, imagínate el jaleo que se formó… —Chomín, con una veloz y viva mirada, se dio la vuelta para comprobar que no hubiera nadie demasiado cerca de su posición y luego, bajando el tono de voz, como si fuera a revelar un secreto, continuó—: Y quizá te sorprendas más si te digo que hasta muchos profesores están a nuestro servicio, aunque esté mal comentarlo en este lugar.

Escaleras se acercó todo lo que pudo a la boca del confesor y trató de expresar con su mirada la confianza oportuna para que el otro soltara el secreto sin ningún temor.

Salamanca, aunque parezca mentira, es una ciudad donde existe mucho vicio y corrupción y este ambiente llega hasta la misma médula de la universidad. Si yo te contara con detenimiento, te quedarías alucinado. Por ahora, con decirte que alguno de los profesores está inmerso en el mundo de la droga te será suficiente. Una vez que están dentro, con tal de ofrecerles una pizca de polvo, son capaces de todo. Claro que también se los puede conminar mediante otros medios más severos, aunque casi nunca es necesario llegar a tales extremos, porque en el fondo son personas muy razonables y tienen miedo de perder su reputación…

Hacía rato que habían acabado los cafés y Chomín apagó el cigarro en un cenicero, como señal de que no le apetecía continuar hablando de ese tema y de que la visita al bar de la facultad había concluido.

Te será fácil comprender que, teniendo a toda esta gente controlada, tanto estudiantes como profesores, la Universidad sea un coto en orden que no ofrece quebraderos de cabeza a nadie —dijo a modo de conclusión.

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