15. Otra copa más —Danos otro licor de manzana —ordenó seriamente Celestino al vago camarero. No consultó a sus compañeros si les apetecía, cargando a sus espaldas la responsabilidad no solo del posible efecto del alcohol en su cuerpo, sino asumiendo el compromiso de relatar los secretos mejor guardados de la facultad. El barman, ante la perentoriedad de la exhortación, reaccionó de modo más raudo que la primera vez. En un acto de suprema generosidad, vertió el licor en una segunda copa limpia, retirando discretamente el servicio del café para que no se les acumulara la vajilla en la porción de barra que ocupaban. Las partidas de mus habían finalizado y únicamente permanecían en el local ellos y un grupo de jugadores que, aun habiendo concluido, seguían debatiendo los lances de las jugadas claves. Hasta que no hubo servido y pagado la nueva ronda, no se reinició la conversación. Celestino consultó su reloj de pulsera casi sin mirar, sacando la conclusión de que, por la hora