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Mostrando entradas de junio, 2025

LEYENDA DE LA MUJER DELFÍN

Observé un paraguas negro abierto sobre la arena mientras recorría la playa del Sardinero. Había algunos bañistas tardíos aún en ese inusual otoño primaveral del que disfrutaban en Santander. Supuse que su dueño sería uno de los que se bañaban. Recorrí el arenal y regresé. Al llegar de nuevo a la altura del paraguas, me detuve. Seguía abierto. A su resguardo se hallaban lo que supuse eran unas pertenencias. En ese instante, miré al agua y ya no divisé a nadie. La imagen de ese paraguas solitario me inquietó. No encontraba ninguna explicación relativa a su abandono. Uno de los nadadores no se hallaba lejos. Se había enfundado un albornoz color crema y contemplaba los navíos anclados en alta mar esperando su turno para entrar a puerto. Se trataba de una persona mayor, aunque su cuerpo bronceado mantenía una apariencia atlética. — ¿Sabe de quién es ese paraguas? —le pregunté. Me miró un instante antes de responder, como si en ese breve lapso de tiempo tratara de adivinar la proced...

FIEBRES MALTA

  Subía con el rebaño por el antiguo camino hacia la capital. El sol lo deslumbraba. Las ovejas ascendían arremolinadas como si les costara dejar el calor de la cija y temieran enfrentarse al rocío que revestía aún los juncos y las chaparreras. A esas horas, la población comenzaba a despertar con el tañido de las campanas que convocaban a misa de diario a las mujeres viejas. También recorrían los barrios las voces del panadero y de unos quinquis que se prestaban a arreglar los cacharros agujereados o a componer los asientos de sillas desvencijadas. Ese ajetreo matutino era lo último que escucharía antes de regresar anochecido, no siendo las esquilas de sus ovejas o los ladridos de sus perros cuando alguien se aproximara. Paz y meditación, con algunas palabras cariñosas dirigidas a sus más fieles animales, los perros, y también a aquellas ovejas que se mostraban más solícitas. Las acariciaba y hablaba con voz baja, como si quisiera que el resto del rebaño no se enterase. El silenci...