La afluencia de público era inusual para un evento de música clásica. Llegué de los últimos y me tocó ocupar una de las plazas peores. Tal vez quienes se encontraban más próximos al escenario improvisado estaban sentados, mientras que yo, al igual que muchos otros que solo habían encontrado acomodo en la tribuna, estaba tumbado boca abajo mirando hacia el piso inferior. La actuación se desarrollaba en una iglesia. Se trataba de un concierto raro, por lo menos para mi cultura musical, algo así como Triple Concierto . No recuerdo por qué motivo se había organizado el evento, pero me vi impelido a asistir por compromiso. No soy un aficionado a la música clásica y después de escuchar las primeras piezas considero que en la mayoría de las ocasiones es el momento justo para finalizar, sabiendo que el resto del repertorio me sonará parecido a lo ya escuchado, por lo que me aburriré o mi mente vagará ideando mil disparates. Por supuesto, no me salgo: espero paciente a que la actuación fi...