Viajaba contento y muy excitado en un Renault 4 camino de Salamanca, donde había estudiado en su renombrada universidad. Estaba eufórico porque era viernes, día laborable a todos los efectos, y tenía la sensación de estar escaqueándose del trabajo, si bien su ausencia era justificada: se examinaba de una asignatura de la nueva carrera que había iniciado. Sí, a sus treinta y pico años, después de unos cuantos dedicados a la docencia, sentía nostalgia de su época estudiantil y había decidido reemprender su antigua actividad comenzando los estudios de Psicología, ahora con el propósito de aprender por placer. Aunque le pareciera a veces un espejismo, pensaba, por las asignaturas que había ido aprobando, que era un alumno brillante. Sin lugar a dudas, las notas hasta el presente confirmaban esa realidad, no obstante, intermitentemente, se acordaba de que el expediente de su anterior licenciatura había sido mediocre. Pero en esa etapa de su vida era distinto: creía ser una persona madura